INFLUENCIAS
EXTERNAS
Estas
representaciones no son patrimonio único de Chile, ni de ningún otro país.
Representaciones similares se encuentran en todos los países de la América
conquistada por el español, quién trajo consigo su religión y sus
propios Dioses y con ellos también sus miedos, vicios y pecados.
Esta nueva religión se instaló para quedarse y el conquistador utilizó
todo tipo de recursos, con mayor o menor abuso y crueldad, para
"domesticar" al indígena en esta nueva Fe.
En épocas prehispánicas, durante la administración del
Imperio Inca,
los territorios de Tarapacá (Atacama Chile) y de Oruro (Potosí Bolivia),
eran parte del llamado Collasuyo, una de las cuatro divisiones
territoriales del Tawantinsuyo, que incluía también el Sur del Perú, el
entorno del Titicaca y el Norte de la Argentina, territorios que ofrecen,
por esta misma razón, grandes semejanzas de cultura y tradición. La
comunidad de lenguaje y el predominio del elemento étnico Aymará en esta
zona a la llegada de los conquistadores, se explica por este motivo.
En la época colonial, todos estos territorios formaron parte del
Virreinato del Perú durante la mayor cantidad de siglos, y estuvieron
bajo la irradiación de los servicios religiosos, proceso en el cual se
mezclan las tradiciones comunes paganas con la Fe Católica, que logran
introducir exitosamente los misioneros en las comunidades locales.
Los religiosos entendieron que la única forma de cristianizar
efectivamente a los indígenas era permitiéndoles preservar sus
tradiciones ancestrales, no reñidas con las leyes bíblicas, incorporándolas
a los ritos de fe.
En la época republicana, la actividad de extracciones en yacimientos, covaderas
y salitreras, incluso hasta después de la Guerra del Pacífico,
significó la asimilación de miles de obreros chilenos, peruanos y
bolivianos en los cantones y las oficinas mineras de Tarapacá y Atacama,
creando nuevos procesos de intercambio cultural. Se dice que en la
famosa masacre de 1907 en la Escuela Santa María de Iquique, por ejemplo, había una
gran cantidad de banderas peruanas y bolivianas entre los infortunados
huelguistas.
POPULARIZACIÓN
DE LA DIABLADA

Juan
Uribe Echeverría
(1908-1988)
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La
Diablada como tal, con estructura y organización no existía, como
las conocemos hoy. Se les describe en las crónicas de la época,
como danzantes "sueltos" que se unían a otras cofradías.
Juan
Uribe Echeverría, historiador y folclorista que concentró su
investigación en las Festividades y Celebraciones Religiosas
de Chile y en
el Canto a lo Humano y a lo Divino, expresa en uno de sus ensayos
publicados en 1952 lo siguiente:
"Los
diablos o figurines son bailarines individuales que acompañan a
cualquier compañía. De pronto se reúnen cuatro o cinco y bailan
en conjunto. Son personas que han cometido un grave pecado o han
recibido un favor extraordinario de la Virgen y, para expiar culpas
o agradecer perdones, visten de diablo. El traje convencional es de
paño rojo, cola del mismo color y máscara o antifaz con
cuernos y peluca larga"
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No
fue hasta que en 1956, fue invitada a participar desde Bolivia en La
Tirana, la Diablada Ferroviaria de Oruro. Los danzarines
locales quedaron gratamente sorprendidos por la espectacularidad de sus máscaras
y el tipo de organización en cofradía (Diablada) que unía a estos
Diablos, deslumbrantes al lado de los rústicos y poco sofisticados trajes
de demonios que utilizaban los participantes de Tarapacá.
Incluso los propios artistas bolivianos oficiaron entonces como
instructores y asesores para los danzarines chilenos, que comenzaron a usar
el tipo de disfraces traído por los visitantes altiplánicos. Desatado ya
este influjo, los Diablos del Norte Grande chileno poco a poco comenzaron
a adquirir el tipo de máscaras de madera, vidrio y yeso más lucidas y
espectaculares, que se usan en Oruro, comprándolas directamente a los
fabricantes artesanales bolivianos, dejando de lado las pesadas y poco prácticas
máscaras nacionales. El
tipo de organización de Diablada también sedujo a los solitarios diablos
que participaban en La Tirana, agrupándose en torno a la primera primera
comparsa chilena de este tipo, denominada Primera Diablada Servidores
Virgen del Carmen, con sede en Iquique, bajo la dirección de Gregorio
Ordenes. A su vez, ésta inspiró la creación del Cuerpo de Baile la
Auténtica
Diablada de Tocopilla, Bailes Religiosos Diablada del Sol, Baile Religioso
Diablada Oso Blanco, Baile Religioso Diablada San José de Coya
Sur, Baile
Religioso La Diablada del Salitre, Diablada del Sur. Todas ellas mantenían
y mantienen una fuerte confraternidad con las Diabladas de Oruro, haciendo
menos explicable la desmesurada reacción boliviana en contra de la presencia
de estos elementos culturales del folclore genérico del Altiplano en
Chile, que ella misma se encargó otrora de reconocer y de legitimar a través
de sus artistas folclóricos.
Sin
embargo, en el caso de los Diablos chilenos, estos conservan aún el
antiguo estilo de presentación que les vale el apodo de "figurín
suelto", es decir, de bailarines que tienden más bien a incorporarse
a las presentaciones en forma libre y espontánea pero de todas formas,
son parte de la comparsa o cofradía.
En
situaciones de Festividades, donde muchos danzantes viajan para
participar, como lo es en La Tirana, se les permite incorporarse como danzante
suelto o comodín ( figurín) a una cofradía determinada, y su
participación bajo esta condición, está regulada por los Estatutos y
Reglamento de la Federación de Bailes Religiosos De La Tirana, por tanto
de todas formas debe acatar la autoridad de esa cofradía, llámese
caporal, alférez o director, mientras dure su participación en esa
fiesta.
Todos
los danzantes de los Bailes Religiosos de Chile, y así se definen desde
su origen, son fundamental y exclusivamente de carácter religioso, lo que les
impide, a diferencia de otros países como Bolivia, Perú, República
Dominicana, Venezuela, etc, la participación en cualquier otro acto, sea
de tipo cultural, folclórico, competencia o carnaval. Esta
exclusividad es tan estricta, que los lleva a imponer sanciones graves a todos los que
por cualquier motivo no acaten las reglas, actuando fuera de los cultos y
lugares aceptados.
Y la diferencia fundamental es que, tanto los trajes como los objetos que llevan en las manos mientras danzan,
han sido bendecidos con anterioridad, y se considera una sacralidad
equivalente a la de los ornamentos sacerdotales.
Ante esta situación,
en las ciudades se han creado bailes folclóricos, que imitan
en todo a los Bailes Religiosos, lo que ha producido en muchos chilenos,
sobre todo en el centro y sur del país, el desconcierto y la confusión.
Incluso se les clasifica e identifica con bailes, conjuntos o ballet folklóricos.
(Para saber más, revise el
apartado relativo al Reglamento y Estatutos de los Bailes Religiosos).
La
prensa, turismo, personas y otros agentes, aunque bien intencionados, pero
desconocedores de los valores de la religiosidad del pueblo, han
llevado a los Bailes Religiosos, a un rechazo e incluso desprecio por
parte de la sociedad, de otras religiones y de algunos sacerdotes de la
propia Iglesia Católica, atribuyéndoles rasgos paganos y
triviales, basándose en estas "imitaciones". Es así
es como surge un llamado en forma de Cartas Pastorales, para que
toda la comunidad cristiana sienta como propio, defienda, conozca y
atesore esta expresión de religiosidad popular que son los Bailes Religiosos.
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